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Paisaje australiano con aerogeneradores. / MUNDO SOLAR |
Los australianos, como la mayoría de personas de todo el
mundo, están más preocupados por aumentar el crecimiento económico, el empleo y
tener una energía asequible que por adoptar planes costosos aunque ineficaces
destinados a abordar un problema que ocupa una baja posición en su lista de
prioridades. Y ciertamente, así sucede también en Estados Unidos. Las personas
que en su momento se asustaron por las terroríficas predicciones de huracanes y
otros sucesos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes han visto que
esas visiones no se materializan. No resulta sorprendente, por tanto, que ya no
estén tan nerviosos por las advertencias de un aumento del nivel del mar de
cuatro o cinco centímetros o de unas tardes más cálidas en una fracción de
grado de aquí a cien años. Además, ninguna de las normativas de “salvación del
clima” propuestas puede ofrecer una corrección que vaya más allá de algún
centímetro o fracción de grado.
Sume Australia a la lista de países que se está
enfrentando a la realidad después de ver cómo se viene abajo su fantasía de la
energía verde. Alemania está recortando las subvenciones verdes y construyendo
nuevas centrales térmicas alimentadas por carbón para ayudar a detener el
aumento desorbitado del costo de la electricidad (tres veces el costo que tiene
en Estados Unidos), que amenaza a su sector industrial. España e Italia también
han recortado sus normativas sobre las energías renovables, que contribuyeron a
que se sumieran en una crisis financiera.
Fuente: Libertad.org
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